Hay paradigmas tan enquistados en el mundo, que el estado (y sus lentos tiempos) no puede hackear. El sector social no da abasto para dar respuestas a las falta de oportunidades. Las empresas sociales surgen para barajar y dar de nuevo.

A lo largo de la historia, los sistemas fueron dejando grietas en las comunidades y en la naturaleza. En diferentes países del mundo hubo quienes detectaron estas problemáticas (en la sociedad y en el ambiente) y crearon organizaciones que plantean soluciones más eficaces, eficientes, sostenibles y escalables que las que se habían desarrollado hasta ese entonces. 

No hay una respuesta única para las millones de personas que no tienen sus necesidades básicas cubiertas. No hay una única forma de integrar a quienes hoy no participan como ciudadanos de plenos derechos. Tampoco hay una sola forma de disminuir el daño al medio ambiente. 

Lo que sí está claro es que los modelos organizacionales tradicionales y conocidos hasta ahora no están siendo efectivos. Necesitamos modelos que planteen nuevos escenarios, modelos que cambien las reglas de juego y aporten una mirada diferente.

Schumajer sostiene: “Tenemos que evolucionar a un nuevo estilo de vida, con nuevos métodos de producción y nuevos esquemas de consumo, un estilo de vida diseñado para la permanencia”. 

Lo que sostiene al modelo de una empresa de impacto es la creencia de que la tecnología y la colaboración, potenciados por una visión de negocio, pueden dar lugar a nuevos escenarios que permitan crear soluciones que sean más veloces que el deterioro de nuestro planeta y que los mecanismos que aumentan los problemas sociales.

En ese contexto, emprender con empresas de impacto es tener la posibilidad de pensar que algo puede ser posible y hacerlo. Es una invitación a imaginar que nuestra visión puede mejorar la calidad de vida de muchos.

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