Adaptar un programa experiencial a formato virtual
Por: Njambre
07/24/2020
Queremos compartir nuestra experiencia transformando ALT en un programa virtual. Descubrimos ocho estrategias que nos ayudaron a hacerlo funcionar y las queremos compartir con ustedes.
“Nada se pierde, todo se transforma”
Jorge Drexler
ALT es el programa de habilidades para generar impacto que diseñamos junto con Njambre y The Amani Institute en 2018. Desde ese entonces ya pasaron 3 ediciones y muchos cambios en el medio: la primera edición fue de 4 días intensivos, la segunda fue de dos meses con encuentros semanales de 3 horas y un fin de semana de inmersión. Este año, a raíz del COVID-19 tuvimos que volver a cambiar y esta vez de manera inesperada: ALT tuvo que transformarse en un programa virtual sin perder su esencia de cercanía, interacción y comunidad.
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El desafío no fue fácil. ALT es un programa altamente interactivo, en donde generar intimidad entre los participantes es clave y parte del sentido de la experiencia es emergente. Tuvimos que hacer rápido el duelo por no poder preservar la experiencia del año pasado que tantas alegrías nos trajo. No solo tuvimos que adaptarnos, sino hacerlo rápido y pensando en todo lo que esta nueva realidad nos permitía, y no en lo que dejábamos atrás. Una vez que cambiamos el mindset empezamos a entusiasmarnos, la virtualidad no sólo nos permite sumar a participantes y facilitadores de otras ciudades, provincias, países y regiones, algo que de otra forma requeriría mucha más logística, sino también incorporar plataformas y dinámicas nuevas que en la modalidad tradicional tal vez no hubiesen funcionado.
Quiero compartirles algunas de las cosas que nos sirvieron y me gustaría saber cuáles les funcionaron a ustedes a la hora de migrar sus experiencias 100% a digital. Acá vamos:
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Romper el hielo: los primeros minutos pueden ser incómodos
Los primeros minutos en una llamada de Zoom – nosotros estamos usando esta plataforma- son siempre incómodos. Nadie sabe bien qué decir, los micrófonos traicionan y hay que esperar a que todos los participantes entren a la sala. Nos ayudó mucho pedir puntualidad (inclusive que se conectaran 5 minutos antes) y estar siempre listas para dar la bienvenida, generar conversación y hacer que esa tensión del principio se transforme en el clima que necesitamos para llevar adelante el encuentro.
Siempre empezamos cada sesión con algún Ice breaker. Pueden encontrar varias ideas en la página de Hyper Island o hacer algo súper simple como una ronda en la que cada uno diga una palabra sobre cómo fue su semana o que dibujen sobre un gráfico dónde se encuentran emocionalmente en ese momento (para esto hay que compartir pantalla y pedirles a los participantes que busquen la opción “estampar” en zoom).
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Regla de tres: invitar a conectarse desde la compu, con micrófonos silenciados y cámaras prendidas.
Nos sirvió también pedir que, en lo posible, intentarán conectarse desde sus computadoras. Esto hace más fácil la interacción y deja el teléfono libre para usar otras plataformas (como por ejemplo, Kahoot). Al principio, está bueno poner algunas reglas de convivencia con respecto a los micrófonos y las cámaras. Con respecto a los primeros, lo ideal es que siempre estén silenciados y que se utilice el chat para intervenciones más chicas.
Cuando hacemos grupos más reducidos (5 o 6 personas) por lo general si dejamos los micrófonos abiertos ya que se generan climas más distendidos. Con respecto a las cámaras, la invitación es a que siempre estén prendidas en la medida de lo posible. Para generar comunidad y poder tener mejores conversaciones ayuda bastante poder vernos las caras.
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Generar comunidad usando varias plataformas, ¡pero no muchas!
En ALT usamos una plataforma virtual en donde subimos los contenidos que hay que leer/ver para cada encuentro y, además, acordamos armar un grupo de Facebook en donde todos posteamos cosas interesantes y debatimos ideas y proyectos. Generar espacios en donde se habilite la conversación más allá de los encuentros por Zoom nos resultó clave, y también no utilizar demasiadas plataformas para evitar mareos.
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Dejar el famoso “changüí”. Los tiempos digitales no son los mismos.
Uno de los grandes desafíos a la hora de diseñar una experiencia es el manejo de los tiempos, sobre todo cuando se trata de dinámicas interactivas y grupales. Hay que tener en cuenta las posibles dificultades técnicas y las dinámicas de conversación entre las personas. Por ejemplo, si damos 5 minutos para compartir la experiencia de algún ejercicio, deberíamos sumar algunos minutos más teniendo en cuenta que la plataforma tarda en enviar a los participantes a cada grupo y que, al principio, en caso de que no se conozcan demasiado, va a haber un poco de conversación informal antes de meterse de lleno en el ejercicio.
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Generar intimidad: menos es más
Esta es una de las cosas que mejor funcionó. Los grupos grandes pueden intimidar a algunas personas y, por cuestiones de tiempo, puede ser complicado que todos puedan participar o acotar. Los grupos chicos no solo ayudan a maximizar el uso del tiempo sino además a generar intimidad y contribuir a intercambios más profundos.
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Integrar el chat a la dinámica
Invitar a los participantes a hacer comentarios y preguntas mientras presentamos, nos sumó. Ayuda a generar interacción y a que la escucha no sea pasiva. Es importante que, de ser posible, haya una persona del equipo ocupándose de leer y responder el chat para comunicarle al facilitador lo que está pasando. Al ser muchos en una sala de Zoom – o la plataforma que estén usando – abrir el micrófono para comentar puede trabar la dinámica y el chat ofrece una buena alternativa que, además, es más cómoda para quienes son más tímidos a la hora de participar.
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Investigar sobre aplicaciones interactivas e integrarlas al contenido: ¡interacción, interacción, interacción!
Kahoot, Padlet, Whimsical… las opciones son – casi- infinitas. Pueden usarse para hacer encuestas en vivo, juegos de preguntas y respuestas o para que los equipos trabajen de forma visual; las que elijas van a depender de la dinámica del curso. Proponer interacción a través de canales nuevos desbloquea otras energías y permite descontracturar un poco y sumar dimensiones al intercambio. Además… es divertido 🙂
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Pulgares arriba… generar un lenguaje propio
Como facilitadoras, es fundamental ir haciendo preguntas y chequeando la energía del grupo, tal como lo haríamos en persona. Para facilitar esto, es clave que el grupo consensúe desde el principio un lenguaje propio de señas que haga más fluida la comunicación con quien facilita. Algo muy simple como un termómetro con el dedo pulgar (dedo para arriba: todo OK/ dedo en forma horizontal: masomenos/ pulgar para abajo: no tan OK) o una escala del uno al cinco con los dedos de una mano pueden ayudar a que las exposiciones sean más interactivas y podamos tener más información sobre cómo se está sintiendo el grupo para ir ajustando dinámicas.
Estas son algunas de las cosas que nos ayudaron a generar una experiencia de aprendizaje que conservara los elementos de intimidad y comunidad, fuese divertida y, a la vez, permita generar debates y espacios de reflexión. ¿Qué te parecen? ¿Vos qué aprendizajes tuviste?
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